lunes, 8 de diciembre de 2003

VEINTE AÑOS DE DEMOCRACIA (por Carlos Ares)

(Cacho nos acerca ésta nota de Carlos Ares sobre los 20 años de Democracia.)

VEINTE AÑOS DE DEMOCRACIA
Nada que festejar, mucho para hacer
Por Carlos Ares

Transcurrieron veinte años. Esperados por todos, después de tanto tiempo de oscuridad. Lo que depararon estas dos décadas de democracia fue, por cierto, una mezcla multiforme de luces y sombras, esfuerzos y fracasos, avances y estancamientos. Lo que sigue es un intento de relato, de memoria y de balance sin obligaciones cronológicas.

Qué música de fondo les pondrías a estos últimos veinte años de tu vida? Depende de la edad que tengas, pero si te criaste en la ilusión de la democracia; si en diciembre de 1983 estabas ahí, en las plazas, en las calles, celebrando con tu corazoncito estrujado de sentimientos y los ojos llenos hasta el borde de la emoción ante la certeza de que por fin, todos los argentinos de buena leche y buena voluntad iban a convivir dentro de un sistema en el que se garantizaba la comida, la salud, la educación, la justicia y la igualdad de oportunidades; si de veras creíste que con la democracia se come, se educa, se cura; si te sentiste protagonista y héroe de aquel cuento, entonces deberías rebuscar en la discoteca del alma para hacer sonar ahora, en el murmullo de tu propia voz, alrededor de los pasos de tu vida, aquella canción infantil de María Elena Walsh que decía. " En el país de no me acuerdo, doy dos pasitos y me pierdo.".

No hay memoria común que resista tanto olvido personal. Cuando los números, meses y semanas del calendario se alinean en el espacio, y encaja en el tiempo eso que llamamos aniversario, se produce por un instante el eclipse total de nuestra propia historia. El tiempo pasó y nadie sabe muy bien cómo, qué hizo, por qué, ni cuándo y para qué. Es probable que en esas ocasiones el antivirus del cerebro active de forma automática, y con fines preventivos, la función "eliminar". Sólo si se insiste en recordar, si el usuario se hace cargo de las consecuencias, si no queda más remedio, la combinación de fotos, titulares, anuncios, promesas, estallidos, muertos, dolores infinitos, broncas insalvables, conecta la secuencia de neuronas en clave que abre el archivo y extiende la tira de fotos de los documentos buscados .

La ausencia

¿Te podés ver hoy en la cara y en la mirada de, por decir nombres sin tener en cuenta un orden cronológico, protagónico, alfabético o maloliente, de Manzano, Vico, Spadone, Cavallo, De la Rúa, Barrionuevo, Machinea, Erman González, Dromi, Jaunarena, el "gordo" Luque, Pico, Alderete, Romero Feris, Amira, Emir Yoma, Ibrahim, Ruckauf, Bauzá, Romero, Miranda, Insfrán, Juárez, Bussi, Maza, Vanrell, Kohan o Rousselot, mientras siguen las firmas?

Sin embargo, deberías verte. Estás, estamos ahí, se nota la ausencia de la participación ciudadana masiva en el reflejo de sus actos.
Lo que todos ellos tienen en común es que fueron votados por ciudadanos supuestamente libres o elegidos alguna vez por alguien que se sentía a su vez representante de la voluntad popular. Los amparó la democracia.
Cuando al fin fueron descubiertos, echados, jubilados o pasados a retiro, ya era tarde. Ninguno está preso, ninguno de ellos es parte del 52% de pobres y excluidos. Si queda alguno bajo proceso, los arrestos preventivos no se cumplen para ellos en las miserables celdas a las que van a parar los ladrones sin nombre, dinero o influencias.

¿No era acaso la igualdad ante la ley uno de los principios básicos de la democracia? En veinte años se denunciaron casos graves de corrupción que involucraron a más de dos mil funcionarios públicos que juraron sobre la Constitución, biblias y santos evangelios, dispuestos a ser demandados por "Dios y la Patria" si era necesario. Pero nunca por jueces independientes. Algunos títulos: Swiftgate, Narcogate, guardapolvos, leche, lavado de dinero del narcotráfico, BCCI, armas, Banco Nación,
cloacas, privatizaciones, comisiones por renegociación de deudas, créditos del Banco Hipotecario para "periodistas y amigos" bajo el gobierno radical, sobornos en el Senado, Tango 01, sin entrar en el detalle de los vinculados a los niveles más bajos en la administración, jefatura de gobierno de Buenos Aires, legislatura de la ciudad, gobernaciones, municipios, intendencias de todo el país. Pues bien, ¿dos mil sospechados, acusados, procesados? Ninguno de ellos está preso, ninguno es pobre, cartonero, villero, desempleado. Sólo María Julia Alsogaray, de forma preventiva y hasta que se den las condiciones políticas para que recupere su libertad.

La impunidad

¿Te escuchás bien? " En el país de no me acuerdo, doy dos pasitos y me pierdo .". A la galería de fotos de cuerpos destrozados, Amia, Río Tercero, Embajada de Israel, matanza de Budge, asesinatos de Wilde, añade las que tus ojos recortan estos días de los periódicos o de las calles por casos de secuestro, robo, miseria, locura o hambre. Ramón Saadi y Julio Miranda, ex gobernadores de Catamarca y Tucumán vuelven a jurar, ahora como senadores. ¿Juran? ¿Sobre el cadáver de María Soledad? ¿Sobre los niños muertos por desnutrición? ¿Juran que volverán a hacerlo? Cada noche, a la puerta de tu casa, puedes ver pasar los restos de la democracia reciclada en mercado. El padre o la madre, o los dos, desocupados, acompañados de sus hijos, hasta los más pequeños, revisando las bolsas, cargando el cartón en carritos de supermercado. Escrita está, sobre los cuerpos desolados, la metáfora del fracaso económico.

¿Habrá festejos el 10 de diciembre? ¿Serán capaces de tanto? De atribuirse la resistencia, la libertad, la lucha por los derechos humanos y demás... ¿Les dará la crueldad, la impiedad, la inmoralidad para semejante humillación? En democracia se juzgó a los comandantes de la dictadura militar con el apoyo masivo de la sociedad civil; pero fueron ellos después, los dirigentes políticos, quienes retrocedieron hasta justificar alzamientos, rebeliones y concedieron los indultos que abrieron la puerta a la impunidad absoluta. Con Videla y los demás libres, ¿quién juzga a quién y por qué?Y, sin embargo, se mueve. Hay una sociedad abajo que está en movimiento. Es eso que todavía nos agita las ideas y nos alienta
la garganta en el grito o la protesta callada. En el subtitulado de los protagonistas de parlamentos y debates que entretienen, en la ficción de los programas políticos o los noticieros retransmitidos por televisión que paralizan, debe leerse la letra pequeña de la profunda renovación cultural estimulada por la libertad que, finalmente, sucede y desborda toda represa autoritaria. Seguimos vivos y algo cambió, cambia cada día. Estamos peor, pero somos mejores. La ocasión debe servir también para renovar una íntima y modesta celebración, el reconocimiento mutuo, de par a par, de persona a persona, de prójimo a prójimo, en la villa, en el barrio, en la calle, en el trabajo, el comedor escolar o comunitario, el centro religioso o cultural, donde sea. Un encuentro humano, cercano y sin palabras con ese otro argentino de a pie que está ahí, al lado, próximo, cerca, sea hijo, mujer, marido, esposa, amante, amigo, jubilado estafado en sus sueños de país, niño necesitado y hambriento, alguien del que podemos fiarnos, ese otro al que consideramos de los nuestros y que al fin hace, todavía, lo que puede.

El recorrido sumario de los veinte años debe dejar constancia de la formidable toma de conciencia de los argentinos, que nos ha llevado de ser considerados "egoístas y soberbios" por nuestros pares latinoamericanos a, por ejemplo, construir la formidable red solidaria que une ya a grupos de todo el país y se extiende por ciudades como San Pablo, París, Barcelona, Madrid y Nueva York. Cada día, cada hora durante los últimos cinco años, un ciudadano argentino mayor de 17 años comenzó a trabajar voluntariamente en beneficio de los demás, según indican los resultados de una encuesta de la consultora Gallup. De un modo o de otro, nueve millones de personas, una de cada tres, colaboran en la asistencia del resto.

El dolor

Juan Carr, un veterinario de 40 años, padre de cinco hijos, inspirador de la Red Solidaria distinguida entre 650 organizaciones comunitarias de todo el mundo por las Naciones Unidas, asegura, optimista y de buen ánimo, que todo esto no es más que un anticipo de la "revolución solidaria" que se viene en el país. Juan Carr no se siente afuera de nada:
"Yo soy un atorrante, un argentino clásico, la verdad es que no sirvo para ocupar un cargo, tampoco creo en los que están, la revolución de la cultura solidaria tiene que encarnar en dirigentes de edad promedio entre 35 y 45 años que por ahí asoman ahora en la segunda o tercera línea". Pero desde que se involucró como ciudadano y se comprometió al servicio de los demás, Carr entendió de qué se trata eso de sentirse vivo: "Los políticos, en su ascenso hacia el poder, se alejan de la gente que sufre. La receta para no perderse es el dolor. Uno puede estar ahí, arriba, recibiendo el premio de la "garcha" internacional y en cuanto termina la ceremonia suena el teléfono de alguien que necesita y todo vuelve a empezar. El dolor te humilla todo el tiempo".


¿Se entiende? El dolor te humilla todo el tiempo.

Un argentino adulto, educado en ese país "rico" y de "todos los climas" que se cuenta en los colegios primarios, es seguramente heredero de la "Argentina Potencia" propuesta por el cabo de policía José López Rega, secretario y mucamo de Juan Perón, que se ascendió a sí mismo luego a comisario, designado ministro de Bienestar Social y organizador de los grupos paramilitares de la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina.

Sobre ese ciudadano promedio amordazado se paró la dictadura militar, responsable del secuestro, la tortura, el asesinato de 30 mil personas y el exilio de toda una generación, para hacer saber al mundo que "los argentinos somos derechos y humanos". De la mano de Raúl Alfonsín llegó la democracia para educar, dar trabajo, curar y asegurar la prosperidad. Con Carlos Menem el país ascendió luego al "primer mundo", se liquidó el patrimonio nacional con la promesa de invertir, ahora sí, en salud, educación, justicia, seguridad. La Alianza encabezada por De la Rúa apuntaló los restos con el "blindaje" financiero.
Al fin, la suma de muertos y mentiras, de dictadura, guerra de Malvinas, hiperinflación, saqueos, indultos, hipercorrupción, atentados, desocupación, endeudamiento, saqueos, blindaje, corralón, corralito, estafas, saqueos, nos devolvió a las calles en cacerolas y sin documentos.
Pero también, veinte años más tarde, humillados por el dolor, nos reconocemos y descubrimos más solidarios.

¿Era necesaria tanta pena para encender el fuego?

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