domingo, 14 de diciembre de 2003

La otra guerra de Cuba (enviado por Cacho)

Irene Amador y Carlo Frabetti

Rebelión

Tal como corresponde a uno de los mayores hallazgos médicos de los últimos tiempos, las principales agencias de noticias internacionales --entre otras, Reuters y ATPN-- han informado ampliamente sobre la presentación, en el congreso internacional "Biotecnología Habana 2003", celebrado a finales de noviembre en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana, de la primera vacuna sintética contra la bacteria Haemophilus influenzae tipo B (HIB), causante de meningitis y neumonías en los niños.
Pero los grandes medios de comunicación del reino están demasiado ocupados con los cacareos de Bush, mimetizado con el simbólico pavo asado que sostiene en las manos en su visita relámpago a Bagdad, o con los proyectos matrimoniales de una presentadora de televisión. De Cuba, cuando los medios los controlan los neofascistas y los estafadores, solo se habla para atacar a la revolución que acabará con ellos.

Según la UNICEF, la HIB es la causa directa de casi la mitad de las infecciones que padecen los niños menores de cinco años en el mundo entero, y ocasiona la muerte de medio millón de niños al año, principalmente en los países en vías de desarrollo. Pero el hecho de que un equipo de investigadores cubanos, dirigido por el doctor Vicente Vérez Bencomo, haya puesto a punto una vacuna sintética contra la HIB, fácil de producir y de muy bajo costo, al parecer no es noticia. La posibilidad de que, en los países pobres, se salven millones de niños cuyas familias no pueden pagar el elevado tributo exigido por las multinacionales farmacéuticas que comercializan otro tipo de vacunas contra la meningitis B (la vacuna convencional tiene un costo prohibitivo: unos 3 dólares la dosis), no merece ni un pequeño titular en los periódicos oficiales del reino.

Sin embargo, prestigiosos científicos de todo el mundo, entre otros los premios Nobel Robert Huber y Slanley Cohen, han aclamado con entusiasmo la aparición de la primera vacuna humana con un antígeno sintético, un hallazgo destinado a revolucionar la medicina y la epidemiología.

Según los datos presentados por el doctor Vélez, la vacuna, en su fase experimental, fue probada en más de 4.000 personas en Cuba, primero en voluntarios adultos, luego en 1.200 niños de cuatro años y finalmente en un millar de bebés. En las pruebas se obtuvo un éxito del 99,7% en la protección contra la HIB. La tecnología de la nueva vacuna sintética fue
patentada en 1999. En estos momentos el CIGB de La Habana está produciendo un millón de dosis para acometer, a partir de enero de 2004, su aplicación clínica masiva; y según Vélez, "en dos o tres años vamos a estar produciendo cincuenta millones de dosis". La vacuna se aplicará en cuatro dosis: a los dos, cuatro, seis y dieciocho meses de edad, con lo que los niños quedarán inmunizados para toda la vida.

El 8 de agosto de 1999, el diario El País publicó un artículo titulado "EE UU permite la venta de una vacuna cubana para la meningitis B", en el que a continuación se decía: "La autorización marca un hito en la política de embargo sobre la isla", al hablar del permiso concedido a la multinacional farmacéutica Glaxo Smithkline para la futura comercialización de la vacuna, con la posibilidad de exportarla a más de treinta países. Eran otros tiempos. Ahora que la vacuna es un hecho, un acontecimiento médico de primer orden aclamado por los más prestigiosos científicos del mundo, el eje Madrid-Miami calla ignominiosamente.

El hecho de que Cuba sea, como señala Heinz Dieterich (1), una potencia mundial biomédica de primera magnitud, no interesa a los neofascistas ni a los neoliberales ni a los socialdemócratas. Ni, por supuesto, a esos nidos de víboras que son las multinacionales farmacéuticas. Solo interesa a los pueblos del mundo, a los desposeídos, a los pobres. Solo se habla de la capacidad médica y bioquímica cubana para difundir rumores sobre la presunta fabricación de armas biológicas en la isla. Pero la comunidad científica internacional lo desmiente. Incluso el ex presidente estadounidense James Carter tuvo ocasión de visitar las instalaciones cubanas, y vio que "la única batalla para la que se prepara Cuba, es la guerra por la vida".

(1) Heinz Dieterich, Cuba: potencia mundial biomédica, Rebelión, 22

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