viernes, 19 de marzo de 2004

De Camps a Eloy Martínez (by Cacho)

(por Héctor Timerman) Revista Noticias. Argentina, 18 marzo del 2004.

Hace unos años tuve la oportunidad de preguntarle a un activista por los derechos humanos muy vinculado a James Carter cómo había logrado sobrevivir en un campo de concentración nazi. La respuesta es tan instructiva como breve: "Jamás le preguntes eso a un sobreviviente".

Nunca lo hice ni siquiera cuando mi padre en sus noches de insomnio me hablaba de los meses en que estuvo secuestrado y desaparecido. Sé que pasó por los centros clandestinos Puesto Vasco, Pozo de Banfield y Coti Martínez. También sé, por otros prisioneros, que fue brutalmente torturado, y que el coronel Ramón Camps dirigía personalmente las sesiones de tormentos.
Para muchos argentinos Camps es el símbolo de la más brutal violencia ejercida durante la dictadura. No así para el escritor Tomás Eloy Martínez. Para él Camps es una fuente de información valida. Alcanza con el testimonio de Camps para elaborar un juicio sobre una víctima de la dictadura. O tal vez sobre todas. O peor aún sobre la dictadura misma.
Para Martínez Camps no torturaba, simplemente interrogaba. ¿Es lo mismo interrogar que torturar?
Camps dejó un testimonio donde indica que Jacobo Timerman acusó de extremistas a algunos colegas. Para Martínez es suficiente utilizar dicha afirmación en su artículo publicado en La Nación. Para Martínez la palabra de Camps alcanza para describir a Jacobo Timerman. ¿También alcanza para describir a los miles de personas que fueron torturadas por Camps, o interrogadas según la definición de Martínez?

El tema en cuestión no es mi padre. Me alcanza con saber que sus colegas de todo el mundo lo eligieron entre los 50 héroes del periodismo del siglo pasado. El tema en cuestión pasa por otro lado. ¿Están los periodistas dispuestos a aceptar que la picana y la sala de torturas, que los centros clandestinos y que la relación entre un torturador y su víctima se conviertan en herramientas para buscar información? Porque entonces podríamos preguntarle a Alfredo Astiz que nos relate las últimas horas de cada una de sus víctimas y juzguémoslas con ese único testimonio. Sería ilustrativo para nuestros lectores que muchos periodistas opinen sobre este tema. A mi me gustaría conocer, porque les tengo una alta estima profesional, la opinión de Horacio Verbitsky, Rogelio García Lupo, Mario Diament, José Ignacio López, Víctor Hugo
Morales, Joaquín Morales Solá y Martín Granovsky. Son periodistas que han asumido riesgos mucho mayores que opinar sobre la actitud de Tomás Eloy Martínez. Espero que lo hagan.Ya en otra oportunidad la obsesión de Martínez con mi padre lo llevó a afirmar que utilizar a Camps como fuente es tan valida como utilizar las transcripciones de los interrogatorios de Joseph McCarthy cuando perseguía supuestos comunistas en Estados Unidos.

El macartismo con todo lo siniestro que fue, con todo el dolor que produjo fue llevado adelante en una democracia, los interrogatorios se realizaban en el Senado y la mayoría de las sesiones fueron filmadas. Con su comparación Martínez humaniza la dictadura y se convierte en su mejor defensor. Ahora es el turno de preguntar a los activistas de los derechos humanos si comparten esta comparación de Martínez. Si es como Martínez afirma deberíamos cambiar todos nuestros juicios de valores sobre la dictadura, la democracia, y los objetivos de la lucha por la dignidad del ser humano.
Sería importante que gente querida y respetada como Estela de Carlotto, Miriam Lewin, Lila Pastoriza, Juan Carlos Dante Gullo, Julio Strassera, Luis Moreno Ocampo y especialmente quienes fueron torturados por Camps dieran su opinión.
Expertos en la recuperación de víctimas de la tortura sostienen que los torturados son considerados menos que humanos por sus victimarios. Son, en general, caracterizados como animales, subversivos, "los otros", etc. Son los enemigos que deben ser derrotados. Los enemigos a los que se les puede aplicar cualquier tormento porque es la tarea del torturador lograr que su víctima pierda su condición humana.
Esto es lo que trató de hacer Camps con mi padre y lo difícil de entender es que el resultado lo logró con Tomás Eloy Martínez.
Ramón Camps ha encontrado su protector intelectual.

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