domingo, 6 de febrero de 2005

Mensajes

No se ustedes, pero las últimas dos semanas fueron bastante accidentadas y divertidas.

Como el péndulo de un reloj, los eventos se sucedían entre un extremo y el otro de lo positivo y lo negativo.

Si leyeron el post de Placebo sobre el pic-nic, habrán leído que me caí sobre un escritorio y me lastimé una pierna. Nada serio.. casi fue gracioso. Si siguieron leyendo éste blog esa misma semana, un amigo muy querido falleció en un accidente de auto con apenas 16 años, al mismo tiempo otro amigo compartía conmigo la alegría de saberse papá nuevamente.

Hubo toda una serie de eventos anteriores a ésto que parecía una suceción interminable de alegrías y tristezas, que fueron aumentando su tenor hasta un punto muy intenso. Todas cuestiones relacionadas con mi entorno. Y claro que hay accidentes en la vida, pero cuando son tantos, tan seguidos, -para mi- son señales clarisimas.

Sin ánimo de ser demaciado optimista (o fatalista), no creo en la casualidad, la suerte o el destino. Pienso que cuando uno está haciendo lo correcto, cuando lo que uno hace influye positivamente en las personas que lo rodean, las cosas van bien.

Cuando no es así, la vida envía señales, mensajes, avisos. Todo ésto que ha pasado lo tomo de ese modo.

Anoche, mientras ordenaba mi habitación, encontré una caja con cosas viejas. Allí encontré -entre otras cosas- estampillas que alguna vez coleccioné. Unas viejas estampillas de Cuba me recordarona Carimar, a quien conocí en el pic-nic, eso fue lo que me hizo pensar en las respuestas que muchas veces todos hemos dado a los reveces de la vida, en los riesgos que uno toma para invertir la correntada que nos llevaría a estrellarnos contra los problemas... pero también de los riesgos de no estar en nada, de transcurrir, de permanecer, de mirar pasar la vida y ser (por omisión) participe de todo este desastre que no es accidental.

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